¡Ay, la dichosa ortografía! ¡Qué fácil es convertir un texto infantil en un folio lleno de tachaduras que le recuerden continuamente al niño o niña lo mal que lo hace, convirtiendo cada falta en un delito!
El aprendizaje de la ortografía suele convertirse en un camino tortuoso lleno de dictados, copias, repeticiones, memorizaciones inútiles de reglas, etc. Por eso el problema de la ortografía debe plantearse desde otra perspectiva:
1. Las reglas ortográficas que no son fijas, no sirven para nada, porque al niño le resulta más fácil aprenderse la palabra que desea utilizar, antes que una lista, a veces larga, de excepciones. Solamente son útiles las reglas que tienen carácter general y no poseen excepciones.
2. Es de aceptación general que la lectura es una gran ayuda para aprender la ortografía de las palabras.
3. Aprendemos las palabras una a una, fijando su ortografía en nuestra memoria, a base de verlas una y otra vez y de utilizarlas cuando las necesitamos. Las reglas de ortografía usuales son sólo medios para intentar memorizar de una vez la grafía de varias palabras...
4. La buena ortografía no está ligada con la inteligencia, puesto que hay personas inteligentes que tienen verdaderos problemas con la ortografía, y al revés.
Los niños y niñas se aprenden las reglas ortográficas si les forzamos a ello, pero no suelen aplicarlas, porque escribir correctamente no depende de que se conozcan las reglas de ortografía, sino de que escribamos cuanto más mejor.
No aprendemos a conducir porque nos sepamos el código de circulación, sino porque nos ponemos al volante del coche.
En ortografía, no tiene sentido memorizar las reglas, excepto las fijas (y ni siquiera éstas son aplicadas por los alumnos aunque las conozcan). Tampoco nosotros mismos recordamos todas las reglas y sin embargo escribimos correctamente la mayoría de las palabras. La prueba está en que si tenemos dudas sobre alguna, no solemos recurrir a la regla ortográfica: la escribimos de varias maneras hasta identificar la que nos parece correcta, o bien consultamos el diccionario, o le preguntamos a algún compañero.
El mejor camino, por tanto, para que nuestros alumnos y alumnas escriban cada vez mejor es motivarlos para la escritura, valorar sus producciones y darles salida a través de publicaciones escolares, libros de creación, la correspondencia, etc., es decir, actividades que den sentido y funcionalidad al acto de escribir.
La buena ortografía es algo que se va adquiriendo con el tiempo, poco a poco, fijando las palabras en nuestra memoria visual a medida que las vamos utilizando.
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